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martes, 27 de diciembre de 2011

Dispar.





Al alba y con la noche aún a cuestas se levantó. Se sacudió el polvo de su pesado abrigo color ocre y aspiró el olor del frío matutino e invernal. El guardián de las aceras, se autoproclamó. Ya solamente le quedaba el humor. A las 8 de la mañana ya era de día, sin embargo las luces seguían encendidas. Se preguntó cuál era la razón de ver tan vacías las calles un día de diario. ¿La guerra de los mundos me ha pillado durmiendo? dijo en voz alta obteniendo como única respuesta una tos seca envuelta en una pulmonía de papel lija nº8. Luís ya no era consciente del calendario.

Están solas, injusta palabra, ella las aprecia, las nota, las siente. Indiferente pasan a su lado y ella se sorprende y se indigna, les sonríe a destajo y aunque le ignoran, a ella le da igual, sabe que no es así. Pobres, bastante tienen con llevar el peso de la ciudad, de sujetarlas cada madrugada, de secarle las lágrimas. Café frío, helado caliente. ¿Qué más da? La sociedad le da la espalda ¿de qué sirven? ¿Para qué estás ahí? ¿Y tú sujetas la ciudad? ¿Un euro?

 - ¿Por qué están ahí mamá?
  -  No sé hija, rápido que nos cierran las tiendas y tenemos que comprar el árbol de navidad.

Ella también va con su madre, pero es diferente, ella no pregunta, sabe porqué están ahí. Porque la vida es injusta.

Es navidad y las esquinas están tristes.


Pero seguirán pasando frío y el hecho de que nieve no despertará ninguna sonrisa en sus rostros, tampoco habrá ninguna chimenea con un árbol decorado de estrellas al lado..., se aprecian mejor en el cielo.

Feliz hipocresía.



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